20 nov 2009

Un espía chileno, ¡peruano!



El caso del suboficial de la Fuerza Aérea, Ariza Mendoza, a quien se le ha sindicado como espía, a favor de Chile, no es sino, en el fondo, un caso de falta, lamentable, de identidad nacional; no se trata, de que siempre las ofertas económicas son tentadoras, o que se le ofrece algo mejor de lo que puede tener en su propio país; se trata de cuanto se quiera a la tierra donde se nació y, de cómo se puede identificar con ella, así sea ésta, el último villorrio sobre la tierra, con las peores autoridades y con todos los problemas del mundo; estamos hablando de valores morales y no de valores económicos.
Nuestro país tiene una serie de etnias, que incluso, las que se ubican en la zona sur del país, han enarbolado su propia bandera, a la que llaman, bandera indígena, cuando todos sabemos que ésta es una República unitaria, que tiene un solo pendón, el rojo y blanco. No hay que echarles la culpa a las autoridades que no nos gobiernan adecuadamente, sino, a nosotros mismos por elegirlas. Siempre echamos la culpa a los demás de nuestras propias incapacidades y errores, pero, nos es difícil reconocer nuestras limitaciones. Los valores no se dan sólo en los colegios, si no que vienen de casa y en ella, si no se cultivan estos valores el efecto multiplicador negativo se establece en los hijos, y en los hijos de estos. El progreso de un país no debe ser solo material, sino también, debe estar basado en el fortalecimiento de la sociedad como célula vital para su desarrollo.
La sanción para el traidor a la Patria, está en la vergüenza pública de él y su familia, para la sociedad en su conjunto, que debemos vernos en ese espejo roto producto de nuestras propias inequidades. Una persona que no quiere el sitio en donde por primera vez vio la luz, no se que pueda tener en su interior; pero, cualquiera sean los motivos que obligaron a este suboficial de la FAP a cometer este delito de traición a la patria, debe ser un motivo de profunda reflexión en nuestro país y obligar a los gobiernos de turno, sean estos: el gobiernos central, regional o local, ha incentivar el cultivo de valores en la sociedad que conducen, aunque en muchos casos sean las propias autoridades las que no dan un buen ejemplo con su accionar, a los ciudadanos.